Feliz cumpleaños, Kaká

El último brasileño en ganar el Balón de Oro cumple 40 años.

Kaká cumple 40 años. Un jugador con tanta clase que si uno busca alguna explicación puede decir que es por su origen brasileño, con razón tenía ese talento dirían algunos. Pero Ricardo era distinto a los típicos dribleadores brasileños, no necesitaba o no usaba su técnica para llevarse uno o dos jugadores en una baldosa, como sus compañeros de Selección de entonces Robinho y Ronaldinho, no hacía bicicletas. Él volaba.

El último ganador del Balón de Oro antes de la era Messi - Cristiano Ronaldo, también conocido como “La Garza” por sus piernas largas, dejaba a rivales regados por el campo a pura potencia. Camiseta metida siempre en el short, un asesino con cara de niño que a la hora de tomar vuelo era imparable. La orden era sencilla, no dejarlo perfilarse. Y es que Ricardo parecía que solo anotaba goles para el recuerdo. Una inclinación de su cuerpo a la izquierda y disparo con la parte interna de su pierna derecha, gol. Y acto seguido venía la mirada y los brazos señalando al cielo. Cómo parar a quién en espacios cortos necesitaba solo acomodarse y clavarla en un ángulo y que en tramos largos apilaba rivales para una definición al ras del césped. 

Sí uno no lo vió jugar pensaría con lo escrito arriba que de brasileño tenía poco, y sería más un error de quién escribe y no define bien al que hoy cumple años que problema suyo. Kaká tenía magia, una magia especial. Esa que hace a un jugador distinto, no todo era correr o disparar, también asistía en el momento justo. Te hacía bajar la guardia con sus compañeros, que te concentraras en él, en que no arranque y solo le veas el número. De espaldas, su número 22 en el Milan o el 8 en Brasil, girando la cabeza una y otra vez para saber dónde estaban sus compañeros, recibiendo un pase con un control dirigido hacia adelante y para su pie derecho, para terminar con un pase entre los centrales, justo, quirúrgico, dejando mano a mano a cualquier compañero suyo y esperando que lo señalen como el artífice del gol. Sembrando la duda en el transcurrir del partido si salir a marcarlo, si pegarle y que no gire o si aplaudirle por ser indescifrable.  

La carrera de un futbolista es de triunfos y de derrotas. Kaká y aquel Milan de 2005 con Shevchenko, Maldini, Seedorf y Crespo (se podría poner a todo el equipo sin problema) le daba un baile al Liverpool. El 3 a 0 del primer tiempo lo hace Crespo pero lleva la firma de Kaká y aun así quién levantó aquella Champions fueron los de Anfield. Dura derrota de un equipo fantástico y que solo podía recibir consuelo en el tópico “es fútbol”. 

Pero Ricardo y los suyos no se quedaron pensando en aquella final de Estambul, siguieron mandando en Italia y esperando tener otra oportunidad en la Champions. Dos años después, tocaba enfrentar al Manchester United en Old Trafford por la ida de las semifinales . La gesta es memorable porque aquel equipo de Ferguson era de antología también. Van der Sar, Ferdinand, Scholes, Giggs, Cristiano Ronaldo, Rooney. Y Kaká muestra su juego en dos momentos. 

El primero, rodeado de rivales y con poco espacio recibe un pase en la frontal de área, control dirigido con la derecha al espacio para medir carreras con Heinze, definición al ras con la izquierda, celebración al cielo. El segundo, con el Manchester volcado en ataque es custodiado por tres rivales, la defensa del Milan lanza el balón lo más lejos posible, Kaká lo ve en el cielo, va por él, choca con Fletcher, gana la dividida dando un cabezazo al balón hacía adelante, le hace un sombrero a Heinze, la lluvia pero no permite que el balón se vaya tan lejos. Heinze entonces siente que no habrá una tercera oportunidad de lucirse del brasileño, va por el balón y por todo lo que viene por delante. Ricardo acelera y sabe que con solo tirarla al espacio no bastará para poder estar frente al arquero y que además llega Evra, el lateral izquierdo, veloz para ayudar al cruce, dos contra uno. Acá lo rompen dice uno momentos antes, una jugada donde uno no pondría ni la mano, pasaría de largo. Pero Kaká pone la cabeza, hace un autopase con ella, la pone justo para pegarle con la derecha y a sus espaldas se ve el choque que dejó atrás, Heinze y Evra soportando el dolor y esperando que Van der Sar los salve. Disparo al ras, locura de Ancelotti, los brazos al cielo más que nunca. 

Fue ese Kaká el que compró el Real Madrid. Aquel año 2009 llegó junto a Benzema y Cristiano Ronaldo. Ese primer año aún tenía cosas de aquel jugador que ganó el Balón de Oro, la zancada y el encuentro de espacios todavía lo llevaba consigo pero llegaron las lesiones. Se podría en las siguientes líneas enumerar todos los títulos colectivos e individuales que ganó pero quizá estaría de más. Pero mejor decir que dos años después de aquella derrota en Estambul, el Milan se volvió a enfrentar al Liverpool en la final. El encuentro se daría en Atenas pero esta vez Kaká y los suyos no dejarían pasar la oportunidad. Ese 2007 fue la última vez que el Milan ganó la Champions y claro, necesitaron del mejor jugador del mundo.